Grados de ser

de Vivian Vivas

Northampton, Massachusetts
noviembre de 2023

“Hola, Cati. ¿Cómo estás? ¿Estás preparada para ver el fin del mundo? 🤣”

Hace meses que trabajo con Vivian Vivas para la exposición Grados de ser. Sin un plan muy claro, y muchas dependencias tecnológicas, Vivian llegó a Barcelona hace diez días. A pesar de trabajar con vídeo, no quiere que su trabajo se vea en una pantalla convencional, pues la pieza de cine no puede experimentarse como una película cualquiera, sino que debe formar parte de una instalación. Las seis horas de diferencia horaria –vivo en la costa este de Estados Unidos– hace que los problemas o sus soluciones me lleguen con cierto delay. Confieso que a veces es mejor así.

Tambopata, Perú
agosto de 2022

Google Maps no resulta útil para llegar al centro de investigación de Tambopata, en la Amazonia peruana. La aplicación no muestra itinerario posible desde la capital, Lima. En realidad, es largo y pesado pero no imposible: desde Lima hay que tomar un vuelo de dos horas hasta Puerto Maldonado, ciudad en el interior oriental del país. Debe ser un vuelo matinal, porque desde allí hay que partir en otro viaje de cinco horas en colectivo (autobús) hasta la riba del río Tambopata, y es necesario llegar antes de que anochezca o no será ya posible tomar la lancha motora que remonta el curso del río hasta el pequeño muelle del centro. Son dos horas más acompañados de la presencia curiosa y silenciosa de algún cocodrilo, para luego adentrarse tres kilómetros a pie por la selva.

Vivian ha viajado hasta el Amazonas para continuar su investigación artística con la ayuda de una beca, aunque aún no ha decidido qué quiere investigar exactamente. Ella no llega con un plan de rodaje, saca la cámara y comienza a filmar. La idea inicial es grabar sonido lo más lejos posible del ruido humano. Vivian ya había estado en el Amazonas; en el colombiano, por supuesto, pero también en el boliviano y el brasileño, hasta la misma desembocadura del río en Belén. En este nuevo viaje, quiere escapar de las imágenes arquetípicas y centrarse en una nueva aproximación a la ecología. “Soy muy consciente de la cámara como elemento colonizador”, explica. Y añade: “Hay un exceso de imágenes sobre el Amazonas. Siendo mujer con ADN indígena pero sin conexión con esa herencia, quería alcanzar otro contacto con la naturaleza que podía ser mucho más conceptual sin tener que pasar por encima de nadie. Las polillas me dieron esa oportunidad”.

A priori, las polillas pueden parecer un sujeto poco apto para el proyecto de Vivian. Con una aproximación hasta entonces maximalista, la investigación de Vivian se centra en el duelo; tras un duelo de carácter personal, y un segundo duelo por la humanidad, colectivo e histórico, Vivian quiere ahora investigar un duelo por la ecología de dimensiones metafísicas. Una vez llegada al centro de investigación, y tras descartar los monos aulladores por ser demasiado humanos, las polillas se ganan su interés. Las polillas utilizan un sistema de navegación llamado orientación transversal en el que viajan manteniendo su cuerpo en un ángulo constante hacia una luz (la luna), para así mantener una línea de vuelo. Pero hace apenas 150 años inventamos la bombilla, que, más cercana, artificial y omnipresente, distorsiona la navegación de la polilla, que muere quemada por la luz. En el centro de investigación, al atardecer, encienden una trampa de luz, una simple sábana con una bombilla detrás, que atrae todo tipo de insectos, entre ellos, la polilla tigre, objeto principal de la investigación del biólogo que acompaña a Vivian.

San Francisco
mayo de 2020

Es sencillo ubicar el inicio del interés de Vivian por investigar el duelo a través de su obra. Pasados ya los momentos más duros del confinamiento por el Covid, a diferencia de otros países, en Colombia las pocas vacunas que llegaban estaban reservadas a los mayores de ochenta años. Es entonces, cuando Gerardo y Andrés, el padre y el hermano de Vivian, enferman de Covid. Mientras su hermano tiene la posibilidad de recuperarse encerrado en casa con la asistencia de su esposa, su padre de 62 años debe ser hospitalizado y aislado. Solo Vivian, que a los 33 es la única de su familia que ha sido vacunada porque vive en Estados Unidos, puede visitarlo en el hospital, así que viaja hasta Cali para estar a su lado. Como tampoco puede instalarse en casa con su mamá, alquila un piso cerca del hospital, pero apenas dos semanas después de su llegada a Colombia, su padre fallece. “Yo fui la que tuve que ir a la clínica, ver el cuerpo y tocarlo”, explica. “Lo que me llamó más la atención fue que ese cuerpo inerte ya no era mi papá. Era su cuerpo, claro, pero no tenía ninguna relación con él”. Esa experiencia de familiaridad pero al mismo tiempo de extrañeza con la muerte de un ser amado ahonda en el interés de Vivian por la metafísica y las propiedades, principios y causas primeras del ser. “Me interesa mucho qué pasa con el cuerpo después de la muerte. Me encantaba ver a la gente dormir, por ejemplo. Me parece bellísimo. Esos mundos paralelos me llaman muchísimo la atención”, dice.

Chinatown, Nueva York
noviembre de 2023

Paso por delante de The Magic Jewelry, la tienda de fotos de auras y recuerdo la primera vez que estuve en el estudio de Vivian en 2021, en la Universidad de Columbia en Upper West Side. Tras la experiencia de la muerte de su papá, me explicaba que quería hacer unas fotos con una máquina de humo, creo que buscando manifestar la ausencia del cuerpo como un fantasma del alma. Le sugerí ir a Chinatown a hacerse una foto del aura. Cada foto cuesta $40. Cada semana durante meses, Vivian acudió a la tienda a hacerse una foto, su aura consistente, siempre roja y violeta, invadiendo de color su silueta y ocultando su rostro. Según la web de la tienda, el rojo significa vitalidad, motivación y coraje. Y también un temperamento intenso. El violeta indica vida espiritual. Será que todas estas cualidades son necesarias para las producciones complejas, caras, de logísticas imposibles, fascinantes y estresantes a partes iguales, que requieren sus obras.

Barcelona
noviembre de 2023

Para el espectador profano, las polillas atraídas por la luz somos todos nosotros. Lo somos a un nivel metafísico —un mero tropo semiótico—: la luz artificial que nos engaña, la luz de las pantallas que nos emboba, o tal vez la búsqueda de una iluminación —enlightenment; esto es, ilustración— de una verdad que no existe, de una realidad que no se revela. Pero también somos polillas a un nivel literal y biológico: las polillas y los humanos estamos hechos de la misma materia, los mismos átomos de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno. La investigación artística de Vivian se enmarca en una corriente del pensamiento conocida como ecología oscura (dark ecology), desarrollada por Timothy Morton, profesor de la Universidad de Rice, y asociada a su vez a una corriente filosófica conocida como Ontología Orientada al Objeto (OOO). La OOO rechaza la posición de privilegio de la experiencia humana sobre los objetos no-humanos. Es un rechazo al antroponcentrismo de la filosofía continental de Kant.

Tan contracultural y conceptual es la ecología oscura que en cierto modo la única manera de acercarse a ella y comprender sus principios es a través del arte. Y la estrategia de Vivian trata de mostrar (más que simbolizar) esa sensación de lo uncanny, que podemos traducir como lo extraño, lo asombroso, lo inquietante. Dentro de Dilalica, para Grados de ser, Vivian ha creado un falso desierto de tierra, piedra volcánica y cactus. Ocho televisores antiguos emiten una señal de luz, como para atraer a las polillas (y a la audiencia) casi desde otra época. A la vez, una serie de dispositivos contemporáneos de los que utilizamos cada día para compartir contenido –iPhones y iPads– emiten pequeños fragmentos de vídeos de exuberante vegetación e insectos grabados en la selva del Amazonas. El sonido experimental, realizado en colaboración con el artista sonoro Carlos Pablo Villamizar, emite ruidos disociados de lo que sería el sonido ambiente del Amazonas. Entramos entonces en una solapación espacio-temporal imposible de contextos descontextualizados, donde el desierto convive con la selva, y la tecnología se intercala como otra especie en medio del paisaje.

Cali, Colombia
septiembre de 2023

No sé si es posible escapar a la propia identidad. Vivian lo intenta. O como mínimo obvia en su currículum el hecho de que es de Cali, Colombia. La razón es contundente: la predisposición de interlocutores de creer que eso la convierte en una persona (mujer, dirán muchos) latinoamericana y que como tal debe tratar ciertas temáticas en su trabajo. La mamá de Vivian siempre quiso que ella fuera artista, incluso le puso el nombre de una pintora italiana que descubrió leyendo el periódico. Hace poco escribió a Vivian y comparó su deuda de tres meses de alquiler en Nueva York, a la deuda de seis meses que angustiaba a Gabriel García Márquez mientras, encerrado en esa casa que no era suya, se esforzaba por escribir Cien años de soledad. Vivian sigue un camino guiada por una luz indefinible, pero, a diferencia de la polilla, no acaba en la trampa y muere, sino que sale airosa de la aventura, cada una de sus obras una hazaña.

Northampton, Massachusetts
noviembre de 2023

A una semana de la inauguración, un jueves a las 8:30 de la mañana, Vivian me contacta por videollamada y me enseña la tierra, las piedras volcánicas, los cactus… Todo empieza a tomar forma. En esta llamada desaparecen por primera vez las tensiones presupuestarias, las limitaciones tecnológicas, los problemas…al momento le envío a Louis, mi co-director, unas imágenes de la exposición. Asombrado me responde, “Dan ganas de ir!”. Y añade en nuestro canal de Slack: “Perdón por unas preguntas técnicas: ¿Cómo haremos para sacar todo ese material? ¿Será caro el desmontaje? ¿Se podrá acceder al baño? ¿Huele a algo?”. Respondo a lo que puedo.

“Bienvenida al fin del mundo” me dice Vivian desde ese paisaje inventado que se ha convertido la galería. “Tal vez sea el principio”, respondo.

texto de Cati Bestard

con la colaboración de Ruben Pujol