Intercambios

Tres obras atravesadas por la eco-ficción indagan en la interrelación de los humanos con el agua.

Co-comisariada por Pilar Rubí

Intercambios despliega imaginarios en torno al agua, en tres propuestas atravesadas por la eco-ficción y por la versatilidad de un recurso cada vez más escaso. La exposición presenta las obras de Mar Guerrero, Stella Rahola Matutes y Laia Ventayol. En ellas se explora la interrelación de los humanos con el agua, una relación que se puede analizar tanto desde la dependencia, como desde los efectos irreversibles que las acciones humanas han causado. Se trata de un territorio tanto real como de ficción, en el que las obras apuntan a un diálogo pero también a una tensión entre el conocimiento científico y los demás saberes. El título intercambios hace referencia a esta relación y afectación entre los recursos naturales y la vida humana.

Aigües Còsmiques (2022) de Mar Guerrero pone en relación estudios sobre el ecosistema marino y la observación astronómica, estableciendo vinculaciones entre ciencia y ecología a partir de conceptos como naturaleza, artificialidad y tecnología. En un primer estadio, Guerrero recolecta plásticos procedentes del mar, residuos a partir de los cuales se moldean unas piezas esféricas de arcilla blanca que registran estos residuos. Después, reproduce en 3D las esferas en filamento PLA ostra, un material biodegradable que utiliza elementos orgánicos, entre ellos, restos de ostras. Como si se tratase de un arqueólogo o de un astrónomo, el público se encuentra ante unas piezas que, como fósiles del futuro, transmiten información sobre procesos, materialidades y localizaciones de nuestro entorno más inmediato. Irremediablemente las esferas nos conectan también a la visión de los planetas, a la configuración de una particular cosmología concebida por la artista. La instalación se nos presenta como los vestigios de un universo remoto, restos olvidados que nos remiten a hábitats posibles en el tiempo profundo.
En la entrada del espacio se levanta La Cronometradora (2023) una obra ambivalente, ofrenda y tótem, fuente y potabilizadora a la vez, de Stella Rahola Matutes. En el suelo hay un recipiente con agua que ha salido del grifo de Dilalica y ha pasado por una sucesión de filtros y tratamientos para convertirla en potable. El proceso es lento, mide una temporalidad inventada: ¿qué tarda el agua en filtrarse dentro de este mecanismo o cuánto tiempo pasará hasta que los recursos hayan desaparecido? Es un viaje material y simbólico del agua desde la observación de la acción física y la reacción química con el carbón, grava y arena de lugares familiares para la artista, que conectan con la memoria. Rahola ha construido una pieza en vertical, observando las arquitecturas de la sala y añadiendo un nuevo pilar en el que se despliegan una columna de piezas de vidrio, descartes de talleres de vidrio, que la artista utiliza a menudo en sus obras. La materialidad del vidrio y su translucidez deja entrever el agua, pero también añade sonoridad y ritmo a la pieza, convirtiéndose en un agente vivo dentro de la sala.
El vídeo Estaría bien que en algún momento podamos beber agua (2021) de Laia Ventayol representa el encuentro de un grupo de zahoríes y otras personas en una montaña de Mallorca para buscar agua subterránea. Los zahoríes tienen una capacidad conocida como hidroscopia, que se define como la habilidad ancestral de percibir radiaciones. Los principiantes utilizan aparatos sencillos que amplifican las radiaciones, los veteranos a menudo confían en sus propios cuerpos. Hay una gran cantidad de manuales que ofrecen explicaciones detalladas sobre cómo colocar el cuerpo, especialmente los pies, la espalda, las manos y los dedos. En el vídeo, que se mueve entre la ficción y el documental, se utilizan estas herramientas y estrategias. En realidad en la narración audiovisual no se busca agua, solo se performa la investigación. El sonido, realizado con la colaboración del músico Jaume Reus, modifica grabaciones de sonidos emitidos por murciélagos. Paralelamente a cómo los zahoríes se mueven a través de las radiaciones magnéticas, los murciélagos se mueven también a ciegas a través de la ecolocalización percibiendo las distancias a través de la emisión de los ultrasonidos, que los humanos no podemos oír porque están por encima del límite de nuestro rango auditivo.

El grupo de objetos esculturales que dispone Ventayol materializan la imagen del vídeo y están basados en manuales sobre la radiestesia. Forman una especie de colección de varillas, instrumental sencillo, incluso precario, que se convierte en apéndice imprescindible para conectar con las fuerzas telúricas.