Hasta hace poco tiempo, la oficina era un espacio físico dedicado al trabajo; hoy esa concepción casi anacrónica ha mutado y el trabajo ha escapado de ese lugar delimitado para invadir todos los ámbitos de la vida. El trabajo ya no acaba ni empieza en la oficina. Más bien no acaba, ni temporal, ni espacialmente. Se ha convertido en algo omnipresente. La lógica capitalista y la sobreproducción se han acelerado hasta difuminar los límites entre los espacios y momentos de trabajo y los de descanso y ocio. Oficina reúne en Dilalica obras de Daria Irincheeva, María Alcaide y el proyecto Coreografías del trabajo que reflexionan sobre la complejidad de significados que hoy en día supone el concepto de trabajo —a lo que cabe añadir las múltiples capas de significado que propicia un presente pandémico.
Copias intervenidas de un test sobre selección de personal. En cada una de ellas, Alcaide responde simulando ser uno de los cinco jefes que ha tenido. Impresión y grafito